Educación HOY!

19.8.06

Educación en la aceptación y el respeto




La importancia de la presencia de estos elementos muchas veces es olvidada por quienes deben inculcarlos en los niños –padres y educadores- y con mayor frecuencia, por quienes debemos velar por su permanencia constitutiva en la sociedad en forma de fortalecimiento de su valor: todos.

Uno de los requisitos básicos para que la persona adquiera los conocimientos y las conductas que se esperan de ella en una sociedad funcional es que su proceso de aprendizaje se realice en un contexto donde primen la aceptación y el respeto. En eso todos estamos de acuerdo, ¿pero qué es realmente lo que hacemos para que esto se cumpla?

Lo primero que hay que cuestionarse es cómo entendemos estos conceptos y en qué medida esa comprensión se expresa en diversos ámbitos de nuestra vida. Para el caso del tema que trato en este artículo me enfocaré en los aspectos que tienen especial relación con la educación.

La aceptación debe ser comprendida como un proceso activo y dinámico que comprenda el interiorizar las variables que se desprenden del actuar humano como posibilidades inherentes a dicha acción (actuar). Esto es especialmente relevante al pensar en la negación a la cual se ven enfrentados muchos de los niños en sus procesos educativos institucionalizados y en sus propias casas.
Al mismo tiempo que reconocemos la aceptación como elemento fundamental para la educación nos enfrentamos a la necesidad del respeto de “lo aceptado”. De tal modo que todo aquello cuanto experimentamos como experiencia del actuar del otro debe ser aceptado como principio, dando paso a un contexto y espacio adecuado para el desarrollo de las actividades que desarrollarán a la persona social y con valores que se está buscando en cada niño.

Pero, ¿cómo aterrizar en lo concreto toda esta bella teoría? Como anteriormente dije, creo que todos estamos de acuerdo en que la teoría de estos conceptos, pero en la práctica y en la aplicación es donde nacen las discrepancias e inconsecuencias. Basta pensar en el niño que por tener un comportamiento hiperactivo es muchas veces segregado, estigmatizado e incluso privado de ayuda por considerársele un “caso perdido” o tonto o sin aptitudes para el aprendizaje de lo que se le impone, siendo muchas veces un caso de problemas familiares, de problemas biológicos asociados al sueño o simplemente un niño hiperestimulado en sus áreas de desarrollo psicomotor, siendo un niño totalmente normal desde el punto de vista cognitivo, pero, por todo lo anteriormente dicho, las oportunidades para su aprendizaje se ven seriamente mermadas terminando siendo todo una profecía autocumplida. El niño estigmatizado aprende el refuerzo negativo aplicado a su propia personalidad generando finalmente una desesperanza aprendida. Pero este es sólo un ejemplo de falta de respeto y aceptación por condiciones inherentes a las diferencias de todos los individuos pertenecientes a la raza humana.

En concreto, lo que se debiera buscar es que cada persona que interactúe con un niño entienda que todo lo que haga dentro de esta interacción formará parte del proceso de aprendizaje de ese niño y que para que ese proceso se desarrollo con dentro de los objetivos propuestos en una sociedad sana se requiere que el respeto y la aceptación sean realmente fundamentos básicos de este interactuar. Esta será la única forma de conseguir que el niño sea feliz y libre de adquirir el resto de los conocimientos técnicos y valóricos que se le intenta inculcar.

GIDECH

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